23 Aug
23Aug

Ronaldo Pichardo

El síndrome de Estocolmo es un fenómeno psicológico en el cual una víctima de secuestro o abuso desarrolla una relación de empatía, afecto o incluso dependencia hacia su captor, a pesar del daño infligido. Este concepto, aunque originalmente relacionado con situaciones de secuestro, puede ser aplicado de manera metafórica en el ámbito empresarial, particularmente en el caso de un CFO (Chief Financial Officer) tipo disfuncional, cuando toma decisiones que pueden ser perjudiciales para la empresa, y aún mantiene la lealtad o apoyo de la organización o de ciertos miembros clave dentro de ella, incluyendo a los accionistas y ejecutivos claves.

Este fenómeno se da muy a menudo en empresas familiares y con poco desarrollo de gobernanza corporativa. Inclusive se acentúa cuando permanece el mismo CFO cuando hay relevo generacional. Un CFO que toma decisiones que, directa o indirectamente, perjudican la salud financiera o la sostenibilidad de la empresa podría, en ciertos casos, mantener su posición o contar con el apoyo de otros altos directivos o del consejo de administración. Este apoyo puede surgir no porque las decisiones sean vistas como correctas, sino porque el CFO ha desarrollado una relación de dependencia o control sobre la estructura financiera de la empresa. Los directivos, que podrían sentirse incapaces de cuestionar o desafiar al CFO debido a su conocimiento especializado y control sobre la información financiera, podrían experimentar una especie de "Síndrome de Estocolmo".

El CFO tiene acceso privilegiado a toda la información financiera de la empresa y, en algunos casos, podría manipular esta información para su propio beneficio o para ocultar problemas financieros graves. Si otros miembros de la alta dirección o el consejo de administración son conscientes de que la situación financiera no es tan sólida como se presenta, pero continúan confiando en el CFO debido a su habilidad para controlar la narrativa financiera. La dependencia psicológica y emocional hacia el CFO podría llevar a los dueños o accionistas de la empresa a justificar sus acciones, creyendo que, sin él, la situación podría empeorar, o que él es la única persona capaz de solucionar los problemas que él mismo ha creado.

Un CFO que ejerce un control considerable sobre los recursos financieros y la toma de decisiones estratégicas podría crear una dinámica de poder desequilibrada dentro de la organización. Los miembros del equipo podrían sentir que su supervivencia profesional depende de mantener una buena relación con el CFO, incluso cuando reconocen que sus decisiones son perjudiciales. Esta situación puede crear un entorno en el cual los directivos y empleados desarrollan una "lealtad" al CFO, donde la relación se basa más en el miedo a las consecuencias de desafiar su autoridad que en un respeto genuino por sus decisiones.

La presencia de una dinámica similar al Síndrome de Estocolmo puede llevar a la perpetuación de malas decisiones, la erosión de la cultura organizacional y, en última instancia, el deterioro financiero y reputacional de la empresa. Es crucial que las organizaciones mantengan mecanismos de control y equilibrio, como auditorías independientes y un consejo de administración activo y cuestionador, para prevenir que un solo individuo, incluso un CFO, acumule tanto poder e influencia que pueda ejercer un control dañino sobre la organización.

Cuando se atrapa un pez y para poder disfrutarlo en una rica cena, hay que limpiarlo primero, aunque dicho proceso sea desagradable, oloroso y desordenado. El pescado debe estar expuesto sobre la mesa, para que puedan ser apreciado y disfrutados por todos. Por igual, los conflictos dentro de una empresa deben ser expuestos a la vista de todos para saber con qué se está lidiando. Por esta razón, es fundamental que las empresas familiares desarrollen un gobierno corporativo con miembros externos independientes para poder identificar y subsanar cualquier conflicto organizacional de manera abierta y transparente. Solo así se podrán proteger de los riesgos asociados con CFOs que actúan como "secuestradores" de la estructura financiera.